Le estaban investigando y él pensó, “a mí, no es posible, no hay nadie más patriota que yo…”. El hecho de saberse de memoria las técnicas de la Gestapo, no ayudaba. La inquietud le creaba una ansiedad que a veces le costaba manejar. “¿Cuándo vendrán a por mí?”, “¿cómo lo harán?” y entonces decidió seguir con su día a día… matar judíos y pasar información a los ingleses no era incompatible y quién mejor que él, para saber qué era lo mejor para SU país, “estas cosas no se pueden dejar en manos de gente con ideas absurdas e irrealizables…”. En la primera descarga se vino abajo, gracias a ello se ganó una muerte más rápida y menos dolorosa, eso sí al grito de “heilführer”, sin que nadie supiese a quien se refería.
VOZ TORRENCIAL
«El árbitro añadió catorce minutos», logré decir, aunque creo que esta vez tampoco me escuchó nadie. Sacha me miró como pensando «se va a liar».