Estoy en la puerta, esperando para entrar, me dijo con voz serena aunque con cierto tono de desesperación. Siempre le tocaba esperar, pero cada vez se le hacía más cuesta arriba. Solo la idea de volver a verla, le animaba a seguir aguantando esas largas esperas. Su voz, su cuerpo, sus ojos, su cariño, eran todos demasiado buenos como para dejar de disfrutarlos aunque solamente fuera una hora a la semana, y además le daba la energía y la motivación para seguir adelante. Y aunque seguía sin entender por qué ella había asesinado a aquella mujer, la había perdonado. E incluso se había perdonado a sí mismo…
YO SOY. MI PATRIA.
Le estaban investigando y él pensó, “a mí, no es posible, no hay nadie más patriota que yo…”. El hecho de saberse de memoria las